Andrés Segovia, Marqués de Salobreña.


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El maestro Andrés Segovia, natural de Jaén, Marqués de Salobreña, transitó entre dos siglos (1893-1987). La gente que sabe cree que, sin los esfuerzos del maestro Segovia, la guitarra seguiría siendo considerada un instrumento de campesinos, válida para los bares pero no para las salas de concierto.



Muchos músicos creyeron que la guitarra de Segovia no sería aceptada por la comunidad clásica ya que, según sus creencias, la guitarra no se podía considerar un instrumento capaz de interpretar a los clásicos. Sin embargo, la técnica de Segovia asombró al público. A partir de entonces, la guitarra dejó de considerarse solamente un instrumento popular y se fue aceptada también en las salas de concierto. La razón del desprecio puede ser mas una cuestión de índole cultural, un rechazo a todo lo que pudiera parecer de medio oriente.


Siendo niño, conoció la guitarra. Más tarde, aprendió de un tocador de flamenco convertido en barbero. En su adolescencia, quiso encontrar un mejor maestro pero no lo logró.

Durante sus estudios de música en el Instituto de Música de Granada, tuvo que continuar el aprendizaje en forma autodidacta. Continuó aprendiendo toda su vida, aún a pesar de aquellos que trataron de disuadirlo de no confiar en el futuro del instrumento para la música clásica, incluyendo su propia familia. Tras realizar una gira por América en 1928, autores como el brasileño Heitor Villa-Lobos y el mexicano Manuel M. Ponce comenzaron a componer piezas especialmente para él.

A la vez que progresaba en su carrera y tocaba para audiencias cada vez mayores, Segovia descubrió que las guitarras existentes no producían el volumen suficiente como para tocar en grandes salas de conciertos. Esto le animó a buscar modificaciones que ayudaran a mejorar la amplificación natural del instrumento.

Trabajando junto con los fabricantes, ayudó a diseñar lo que conocemos hoy día como guitarra clásica, realizada con una madera de más calidad y con cuerda de nailon. La forma también se modificó para mejorar la acústica. Esta nueva guitarra era capaz de producir notas más bajas que las que hasta entonces existían en España y otras partes del mundo.





Y qué si te digo que no sé explicar esta absurda obsesión por ella
Y qué si te digo que no puedo describir lo que me hacen sentir seis cuerdas en un trozo de madera
Es el embrujo de sus sonidos, de sus latidos y de los míos cuando con mis manos la tomo para hacerla vibrar 
Es el embrujo de tus palabras, de tus latidos y de los míos cuando yo te abrazo para decirte lo mucho que te quiero.







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