Polvo de estrellas: historias de amor que nunca terminan.

Hay amores que nunca se van; son amores que una y otra vez regresan a nosotros, como si se tratara de antiguos cometas que recorren el inerte espacio estelar una y otra vez. Son historias de amor escritas en circunferencias; historias de amor nunca terminan. Cuando crees haber olvidado para siempre a esa persona la vida se encarga de poner frente a tí algo que te hará volver a recordarla. Algo así me sucede con esta canción. Al escucharla vienen recuerdos a mi mente.

Inexorable es el destino. En el mío estaba escrito que volvería a encontrarla. Y tal como sucedió la primera vez, sus ojos verdes teñidos de color cereza me robaron la paciencia. Al mirarlos de nuevo recordé como eran en aquel entonces, una fría mañana de otoño de 1992.

La tarde ahora es fresca. El viento agita con suavidad los árboles y algunas hojas caen lentamente. Estoy sentado en una banca y frente a mí se dibuja la silueta de una mujer que sostiene un arco mientras el agua de una fuente baña su maravillosa figura.

"En lo hondo de mi alma tuve la visión de una lluvia de fuego cayendo sobre montañas, rojas por el color de las hojas de otoño" (Lluvia de otoño, Yasunari Kawabata, 1962). Cierro la página del libro y vuelvo a pensar en tí.

A mi mente recurre con persistencia una sola idea: cómo voy a hacer para olvidarte. Mientras el sol se apaga, me dejo llevar por las suaves notas de Stardust, polvo de estrellas, esa que fuera nuestra melodía.

Somos como hojas secas que caen sin remedio en una tarde de otoño. Viene el viento y las levanta como jugando con ellas. Las hace volar, de un lado a otro, sin que puedan hacer algo al respecto. De vez en vez se vuelven a encontrar dos hojas que vivieron juntas en la misma rama. Al tiempo, el viento sopla y las vuelve a alejar.

El viento acaba de soplar y traerá nuevas hojas. Quizá, la próxima vez que sople volvamos a encontrarnos.

Texto inspirado en Stardust; Dave Brubeck en el piano y Paul Desmond en el saxofón alto (01/09/2011).