Nada es para siempre: The Koto Song.



Hola de nuevo amigos!

Nota: hay que activar primero el video y después comenzar a leer. Gracias!

Aquí estoy de nuevo, en este intento de compartir con ustedes un poco de la música que me ha hecho vibrar a lo largo de estos últimos años. Me gustaría aclarar que no ha sido fácil escribir este blog, y dentro de las razones está que no me siento una persona capacitada para escribir, no obstante, trato de hacer mi mejor esfuerzo para que al terminar ustedes de leer no sientan que han desperdiciado cinco valiosos minutos de su existencia.

Comenzaré por platicarles que el año 2009 fue particularmente un año de muchos cambios en mi vida, cambios que habrían de marcar el rumbo de mi vida para siempre. Algunos de esos cambios aún no he terminado de asimilarlos por completo. Aunque quizá, lo más grande e importante que aprendí aquel año fue que nada es para siempre. Contundente, pero cierto. Son palabras que la gente que sabe siempre termina de pronunciar con cierta amargura.

Así pues, mientras la vida seguía su curso irremediable, yo me esforzaba en encontrar los porqués a todos esos cambios. Fue una tarea inútil. Y es que no existen tales porqués, simplemente así es la vida.

Profundamente intrigado y con miles de preguntas dentro de la cabeza, vine a dar con esta melodía. Así, de pronto, de la nada, sin saber cómo, ni cuándo, ni dónde, un día apareció. Y no dudo ni un segundo que fue el mejor acompañamiento musical que pudieron haber tenido mis atormentados pensamientos en aquellos días.

Las primeras veces me costaba mucho trabajo escuchar esta canción pues me lastimaba en lo más profundo del alma. Me sentía vulnerable a sus notas, a su intensidad emocional. Poco a poco la fui asimilando, la fui dejando que entrara en mi ser, fui dejando que se apropiara de cada terminación nerviosa que hay en mi cuerpo. Y así continuaron sucediéndose los meses, uno tras otro. Llegó el día que finalmente pude escucharla completa, a pesar del recuerdo del dolor que la acompaña.

Una noche tiempo después, de sobresalto desperté pensando en ella. Sus palabras venían a mi mente como olas que golpean a la orilla del mar después de que el sol se ha ocultado. En mi embriaguez noctámbula no entendía porqué todo había ocurrido de esa manera tan abrupta, sin siquiera tener tiempo para comprender lo que estaba pasando.

Cuando finalmente pude recobrar un poco la lucidez, sin querer recordé aquella trillada frase de el amor no es para siempre. Me levanté de la cama y escribí en un papel que estaba sobre mi escritorio estas palabras mientras Koto song retumbaba con gran eco dentro de mi cabeza: Moriré calcinado en el calor de tus palabras y resurgiré de las cenizas cuando el fuego se haya apagado. Algún día, en algún lugar lejano, a una hora no predicha, se extinguirá la llama. Era la madrugada del 9 de noviembre de 2010.

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